lunes, 25 de octubre de 2021

EL PODER ECONÓMICO DOMINANTE LLAMA “INDEPENDENCIA PATRIA” A LOS 200 AÑOS DE JUSTICIA FUSILADA---Tercera Entrega---LOS INICIADORES DE LA POESÍA SALVADOREÑA (CUATRO POETAS: Miguel Alvares Castro, Enrique Hoyos, Ignacio Gómez y Francisco Díaz)

Recordemos que para construir el futuro sobre bases firmes, es necesario conocer las raíces históricas del pasado: frase breve, pero de un gran contenido filosófico-cultural.

Los iniciadores de la poesía salvadoreña coinciden históricamente con la etapa en que se publicaron las primeras tesis del libro, Cien Años de Poesía en El Salvador, escrito por Rafael Góchez Sosa, Gloria Marina Fernández y Tirso Canales.

Los compañeros Rafael Góchez Sosa, Gloria Marina Fernández, fallecieron en años anteriores y Tirso Canales, ha sometido a revisión completa el texto de la primera edición publicada en El Salvador en 1978, por la Biblioteca Dr. Manuel Gallardo. Hago constar con el mayor cariño y lealtad posibles, que los compañeros mencionados, son también coautores de la mencionada investigación, Cien Años de Poesía en El Salvador. TC.

San Salvador, 22 de septiembre de 2021

 

IV.- FRANCISCO DIAZ

(1812-1845)

1.- Francisco Díaz resume la etapa inicial de nuestra poesía, y lo hace con penetrante sentido crítico, captando peculiaridades de la sociedad de su tiempo. El contenido de su poesía y teatro explora filones virginales de la realidad social salvadoreña, a la luz del romanticismo que ya es en aquellos años (1840) la corriente que aceleradamente se desplaza a ocupar el centro estético literario en este país. A partir de Francisco Díaz, no caben ya dubitaciones respecto a las corrientes literarias neoclásicas, puesto que su obra rompe de manera notable lo fundamental de aquellas formas que ejercían un predominio en los escritores de El Salvador. Y aunque subsisten en su obra remanentes tomados de los repertorios clasicistas, el carácter del futuro desarrollo lo da él, al evidenciar en su obra el surgimiento de cambios cualitativos.

De origen humilde, su vida siempre estuvo abatida por limitaciones económicas. El forjamiento como escritor surgió de su condición autodidacta.

Se realiza inmerso en la situación político-social de Centroamérica durante la guerra civil que se desató después de los sucesos independentistas de 1821, al extenderse la inclinación secesionista. En la Epístola de Francisco Díaz (1), escrita en el año 1842, registra su propio testimonio; testimonio tanto más vivo por cuanto está animado por la sencillez, sinceridad y frescura:

Nací, Delio querido, y en la cuna

Me comenzó a oprimir la suerte fiera;

Inundado en mi llanto, expuesto a todo

Fue, sí, el sentir mi facultad primera.

 

2.- La vida fue la escuela, que hizo de él un poeta incisivo y genial. El contacto directo con el pueblo le prodigó las mejores enseñanzas: asimiló el espíritu que convirtió en expresión artística. Su obra fue creada con sentimientos, costumbres, hábitos y aspiraciones de sus coetáneos. No sólo registra aquel presente vivencial con realismo y pasión, sino que lo remite al futuro por medio de claras imágenes.

Tenaz combatiente por la libertad de los desposeídos. No ignoró los anhelos populares. Eso explica por qué logró incorporar con acierto elementos nacionales característicos del ser salvadoreño. La espontaneidad que florece en la producción de Francisco Díaz es la misma que palpita en el pueblo: rebelde unas veces, angustiosa en otras, pero siempre amante de la plenitud de vivir. Se enriquece, además, con aspectos y matices idiosincrásicos. Al expresar con nitidez concepciones filosóficas, animadas por la gracia y el humor naturales de nuestra gente que en medio de su marcado estoicismo es aguda, inteligente y afectista. Una dramática rebeldía y el desprecio a los opresores se halla fundida en su quemante amor por la libertad. De ello dio muestras no sólo como poeta, sino como soldado en los campos de batalla.

Esa conciencia de la cual se sentía parte él mismo, era su ser y fuente de alimento espiritual. Con esos elementos y con gran sentido realista se eleva en su producción a la calidad de hijo directo del pueblo.

El propio estilo de vivir de Francisco Díaz campea a plenitud en sus creaciones: pasión, valentía y profundidad conceptual. Deshizo no pocos entuertos. No dejó pedante con cabeza. Epístola es un mural en el que aparecen derretidos por la mofa los engolados que sustentan su única razón de ser en el poder material del dinero. Con propiedad idiomática los increpa:

Asnos cargados de oro, respondedme:

¿Podéis asegurar vuestra riqueza?

¡Sólo rebuznan, con orejas musgas,

Al que tal les pregunta lo cocean!

Venid acá, soberbios ambiciosos,

¿De qué sirven las pompas en la huesa?

 

En ese poema, que es gloria de nuestra literatura, desfilan los académicos de alcornoque, los poetas etéreos que "son de este mundo pero de él se apartan", los moralistas traficantes del engaño y la mentira, los verdugos y los militares "come de balde", los profetas de paja y todos los farsantes aparecen despellejados por la fuerza de su desenmascaramiento a que los somete. El valor de este trabajo reside en la realidad y frescura de imágenes peculiares, captadas en condiciones sociales e históricas específicas.

La Epístola, de Francisco Díaz, debe ocupar con propiedad el sitio que le corresponde como verdadero poema clásico de la literatura salvadoreña. El aliento poético sostenido es una muestra evidente de suma inspiración y formidable talento, injustamente ignorado.

Este escritor comprendió con claridad su papel de intelectual y descubrió, a fuerza de vivir, cómo debía cumplirlo históricamente. Esa claridad radica en la rectitud de sus principios morales. La mejor prueba la dio siendo luchador consecuente contra el despotismo, la opresión y las expresiones ideológicas reaccionarias. Fue enemigo de la hipocresía, los convencionalismos sociales, las seudo-solemnidades aristocratizantes, los falsos valores imperantes en su tiempo. En fin, Díaz reaccionaba contra todo aquello que estuviera ausente de los jugos del vivir. Desde cualquier ángulo, el realismo siempre está presente. Su poesía es una apoteosis de la vida trasuntada a la palabra mediante imágenes concretas. La sencillez y precisión del estilo no deben buscarse al margen de su índole personal, pues son recursos instrumentales de carácter nacional-popular. Como aporte valioso incorporó el lenguaje oral salvadoreño, cargado de preciosos giros:

Quedo mal en decirlo (claman todos)

Más yo jamás obré de esa manera;

No me dieron mis padres tal ejemplo:

Sólo eso tengo yo y esto me pesa,

Cada uno quiere así santificarse

Y unos con otros al vecino pelan.

3.- Fue también el primer ironista. Utilizó con eficacia el filo de su palabra para la crítica. Como enjuiciador de la sociedad no tuvo precedente ni émulos. Atacó sin clemencia la literatura vacía y amanerada. Esto era lógico en un escritor que respiraba con los anchos pulmones del pueblo. No obstante las costumbres, los hábitos, etc., que capta para su obra, no los toma "al natural", sino en sustancia elaborada. De ese modo los elevó al plano de conciencia como elementos de cultura. Todo cuanto hay de valedero en sus escritos no es sino algo así como un ser-pueblo, englobando en esta noción las fuentes de sus elementos poéticos, los procesos intelectuales y los resultados de su actividad creadora.

El estilo es directo, claro, vigoroso; bastante limpio de la retórica en boga, aunque pesan todavía no pocos elementos lexicográficos formales, heredados del clasicisismo del que se valieron los iniciadores. Lo cierto es que Francisco Díaz jugó un papel de mucha importancia en la liquidación crítica del precedente histórico. Es más, colocó las bases para un posible buen comienzo de las letras nacionales. Otro aporte que hizo fue el de romper las "reglas de poetizar". Suprimió la rima y remozó los moldes tradicionales. Este fenómeno resulta explicable siempre que lo refiramos a sus concepciones liberales y a su método vivo; ambos eran en él, carne y sangre. De esa manera ocupó la posición de sujeto-objeto dentro de los temas de su propia creación. Por primera vez la poesía salvadoreña deja de ser sentimiento lírico subjetivo. A ella entran como elementos las cosas, la naturaleza, la sociedad, los anhelos populares, la idea política. La interpretación de sentimientos colectivos empieza a desalojar al lirismo intimista.

A Díaz cabe, además, el mérito de haber renovado las formas poéticas al introducir recursos hasta entonces soslayados como asuntos literarios. Popularizó el epigrama y realizó su introducción real al involucrar en las redes de la ironía nombres y actitudes de personajes lugareños (políticos, militares, etc.). De este tipo son buenos ejemplos de ingenio y de gracia las décimas "La cuerada", que le causó problemas personales por la alusión que en ella hace de influyentes personalidades de la ciudad en que vivía, al grado de que los "ofendidos" le enviaron un matón para que lo buscara y desagraviara las ofensas. Esa composición de indisputable mérito recoge una fluidez natural y una fácil armonía muy característica en Francisco Díaz:

LA CUERADA

Naturaleza enojada

Contra el pueblo vicentino

Quiso darle por destino

Una fama muy odiada.

Y tomando una cuerada

De los Negros más groseros,

Más samarros y altaneros

De una caterva sin fin,

Dijo, airada, hay va Marín,

Reyes, Arroyo y Quinteros!

 De esta tónica circularon muchos epigramas surgidos del ingenio de Díaz. Personajes como el coronel nicaragüense Anacleto Ordóñez (el "tuerto" Ordóñez), quedan esculpidos en bloques irónicos que reflejan desde motivos muy específicos, todo un ambiente de inquietud literaria centroamericana de las décadas 1800-1850.

No faltó ocasión en que se valió de los carteles judiciales para aprovecharlos como forma de poetizar, y esparcir chispas de un ingenio siempre vivaz y en constante expectación. El motivo es amoroso y en su realización rezuma ternura sin caer en lo trivial:

HAGO SABER:

Que al salir desdichado

del pueblo chalateco,

exhalando suspiros

entre ayes lastimeros,

con paso vagoroso,

desesperado, incierto.

me detuve a la margen

de un precioso arroyuelo. (2)

Las concepciones filosófico-estéticas de Francisco Díaz, como hemos dicho, fueron de tipo liberal-romántico. Fue romántico de los mejores. Rompió las barreras de esa caracterización y se adelantó hasta las vivas ideas del realismo crítico, al cual, tiempo después, arribarían otros.

4.- Hemos afirmado que revolucionó formas y contenidos poéticos; destacamos su carácter como crítico social. Pero hay más: fue en El Salvador (algunos afirman que en Centroamérica) el primero en escribir una obra de teatro, La tragedia de Morazán. (3)

Esta pieza, escrita en verso, introdujo la poesía dramática. Se caracteriza por ser un testimonio acusador contra los enemigos de la libertad. La Tragedia refleja adhesión y militancia a los ideales de Francisco Morazán.

En esta obra Díaz demuestra extraordinaria sensibilidad política y fina inteligencia, logrando penetrar en los sentimientos de quienes viven La Tragedia. Los define por medio de conceptos cargados de rico contenido.  

Francisco Morazán, personaje central de la obra, se manifiesta con realismo y brillantez: hombre romántico, dulce de carácter, invariable en su generosidad, magnánimo e indulgente (aun con sus enemigos más encarnizados), éticamente recto y pleno de vivencias, siempre actuaba apegado a los principios de su credo espiritual y político.

Francisco Díaz al encarnar a Morazán, nos da la figura típica de un período histórico y de todo un fenómeno social: el reflejo del espíritu nacional popular de la Centroamérica de los años 1821-1850. Y continuaría siéndolo por más tiempo, muy a pesar de quienes trataron de anularlo políticamente. Francisco Díaz comunica cualidades generadoras del respeto que Morazán gozaba entre los centroamericanos. Las acciones del caudillo estaban referidas con cariño y devoción a la causa de la unidad. Su meta era la libertad y la dicha de los pueblos, en los que siempre tuvo seguridad y confianza:

¿Y nunca, nunca cesarán los males

que despedazan a la patria mía?

Sí, cesarán, en todos los Estados

hay hombres cuyo esfuerzo lo dedican

a tan laudable fin. Estas desgracias

son momentáneas, y no creo impidan

la majestuosa marcha de los pueblos

hacia su gloria y su futura dicha.

(La tragedia de Morazán)

Hizo suyos los sentimientos morazánicos. Preocupación básica era la patria centroamericana, solidaria contra los abusos de los traidores y la voracidad del extranjero. Es, una directa relación testimonial de aquella época llena de vicisitudes e ideales de liberación. Los personajes a través de los cuales registra el despotismo, la bajeza, la perfidia, la cobardía y todo cuanto de execrable conoció en los hombres con quienes se relacionó, están presentes. Parte siempre de una posición eminentemente romántica. El bien y el mal son en Díaz como dos nociones existentes a priori. No logró descubrir que aquellos individuos eran criaturas inmersas en todo un sistema de relaciones económico-sociales. Sería injusto pedir eso. Es evidente que se apoyaba en la práctica, nociones políticas avanzadas y en su método realista. Eso es La tragedia de Morazán. Nos convence de muchas situaciones históricas que los libros específicos no logran aclarar. De las tantas enseñanzas que proporciona esta obra debemos destacar, de manera especial, el alto concepto de patriotismo. A nuestro entender, constituye una de las expresiones cumbres de Centroamérica:

Monstruos de ingratitud; baldón eterno

caerá sobre vosotros. Vendrá el día

que la posteridad lea la historia

de nuestros pechos y de nuestras miras

benéficas y puras, llenando

de execración vuestra memoria inscriba

vuestros odiosos nombres cual recuerdo

de maldición, de engaño y de perfidia.

La tragedia de Morazán, es digna de estimación no sólo porque fue la primera pieza teatral salvadoreña calzada con firma de autor, sino, además, por su contenido histórico-social. Refiriéndose a esto último, Francisco Gavidia escribió lo siguiente (4): "Francisco Díaz, respecto al interés histórico vale más que Marure." (5)

"El escritor que en un pueblo como Quelepa (a dos leguas de San Miguel, Departamento de San Miguel) nos ha hecho conocer la tragedia de 1842, la muerte de Morazán, que para Centro América es la más solemne de sus catástrofes y la más grandiosa proclamación de su unidad; ese escritor que escribe Francisco Morazán, decimos, tiene una cierta grandeza que ningún escritor de su tiempo puede ofrecer a nuestra admiración."

 

''Francisco Díaz es a Pepe Batres Montufar (6) lo que Juarros (7) es a Marure. Los segundos tienen más en la conciencia de indios oscuros el nombre de

cultura; en los primeros se siente el calor de la palabra "Patria". Los segundos son importadores: los primeros son la producción nacional; no tanto se les admira cuanto se les quiere."

 "Tal es la importancia del Teatro, cualquiera sea la literatura de donde toma sus repertorios, que Chico Díaz está sobre nuestros historiadores más encumbrados". "Esta es la obra educadora, popular y nacional. Hasta hoy la verdadera apoteosis de Morazán está en la Tragedia, de Chico Díaz". "Mientras no haya espíritu literario y más educación, el Homero de nuestro Aquiles es eI sencillo y valiente hijo de El Salvador." Donde Francisco Díaz es Homero y Morazán nuestro Aquiles.

Chico Díaz cumplió su papel con honorabilidad al enriquecer la literatura nacional. En su poesía trasuntó ideales de hombre amante de la vida y la libertad, que son los mismos de nuestros pueblos:

Ay del mísero esclavo

Que intentase atrevido

Empañar con su aliento

De estos bravos el brillo.

"¡Muerte a la tiranía!" Este es el lema

Que nuestro acero dejará esculpido

En el infame hecho de esos viles

Que osan reinar con torpe despotismo

Y han de temblar los déspotas y esclavos

Al vernos vencedores, siempre invictos!

(Estrofas)

5.- A manera de resumen podemos decir que Francisco Díaz fue uno de los pocos hombres libres de su tiempo: libre como poeta, como hombre y como intelectual popular. Ni la dura situación económica que sufrió, ni el atraso social de este país consiguieron apresarlo en el provincianismo. El ambiente colonial y conservador tampoco logró ahogarlo. Por el contrario, captó valiosas experiencias con formas peculiares y testimoniales de aquellos tiempos heroicos, en que las gestas populares dieron sus frutos, que hasta hoy no han sido aprovechadas y elevadas a niveles educativos forjadores, a través de los orígenes, de una nueva personalidad. Ellas están en lo mejor de sus trabajos, que es “en esencia” lo que las caracteriza.

Consideramos, por tanto, que Francisco Díaz es el escritor más destacado por sus aportes de la etapa inicial de la literatura salvadoreña.

 

(1) Al referirse a este poema algunos autores lo han denominado Epístola a Delio, Epístola Filosófica y Social o Epístola. En todo caso se trata del mismo poema. Nos referimos específicamente a su primera y única parte que fuera publicada en el año de 1842. (1a. edición) y en 1860 (2a. edición). Constituye una lamentable pérdida para las letras nacionales, el hecho de que no haya sido publicada la segunda parte de Epístola, de Francisco Díaz. Román Mayorga Rivas ha escrito lo siguiente: "El original de la 2a. parte de la mencionada composición permanece inédito en nuestro poder, sin que hayamos podido descifrar la mayor parte de los versos, porque la acción del tiempo ha hecho palidecer el escrito en muchos pasajes." (Guirnalda Salvadoreña, Tomo I, Pág. 51, Imprenta Nacional del Dr. F. Sagrini, San Salvador, 1884).

(2) El título original de este poema es Exhorto, según se afirma en el libro San Salvador y sus hombres. Págs. 143-145. Colección Historia, Tomo 10. Dirección General de Publicaciones, Ministerio de Educación de El Salvador, 1967.

(3) "Tragedia en verso hecha por el famoso salvadoreño, finado Francisco Díaz. De los acontecimientos que tuvieron lugar en Costa Rica y dieron fin el 16 de septiembre del año 1842. Dedicada a la muerte del Benemérito General Francisco Morazán. San Salvador, septiembre 12 de 1847. Imprenta Industria Centroamericana". (Inscripción en la portada de la primera edición de La tragedia de Morazán).

(4) Citado en San Salvador y sus hombres, Pág. 144, Dirección General de Publicaciones, Min. de Educ. de El Salvador, 1967.

(5) Alejandro Marure, historiador centroamericano del siglo XIX.

(6) Se refiere a Pepe Batres Montúfar (1809-1844). Poeta guatemalteco nacido en El Salvador. Vivió casi toda su vida en Guatemala. Su obra más conocida es Tradiciones de Guatemala, 1845, (Don Pablo, Las falsas apariencias y El relox), en las que evoca las Últimas décadas coloniales. Sus poesías líricas son igualmente muy conocidas.

(7) Domingo de Juarros, historiador centroamericano de principios del siglo XIX, autor de Compendio de la Historia de la Ciudad de Guatemala.

 www.tirsocanales.com

edicionesculturales@yahoo.com

Esperamos sus comentarios, siempre con el mismo entusiasmo que los hace.

Próximos envíos, de la Musa Popular. Colecciónelos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario